martes, 3 de marzo de 2009

DeReChOs HuMaNoS y DiGnIdAd PeRsOnAl

Partiendo de algunas curiosidades semánticas sobre lo que es la “persona” y “dignidad” se estudia el exito y crisis de la dignidad personal, la “hypostasis” y “substancia”. Como la filosofia cristiana da un paso de gigante y como ahora continúa el mayor reduccionismo de la historia, cuando la existencia humana necesita de “permiso” a causa de la cadencia totalitaria del materialismo, que cae en un paradójico “humanismo ateo”, desde un pueblerinismo cientifista.
La palabra castellana “persona” viene del adjetivo latino personus, que significa resonante; personare equivale a “sonar fuerte”, hacerse oír. Lo cual parece relacionar esta palabra con la griega prósopon, que significaba “cara” y también “máscara” (trágica o cómica) que se ponían los actores de teatro, y -a la vez que les disfrazaba del personaje que representaban-, les servía de amplificador de la voz. La concavidad de la máscara reforzaba la voz, ocultaba al actor y por medio de la máscara el actor también “re-presentaba” un personaje. Para los griegos, pues, “prósopon” no tenía el sentido que nosotros le damos a la palabra “persona”. Rara vez alude a persona en los textos filosóficos griegos, donde, por lo demás, aparece con escasa frecuencia.


Entre los presocráticos, prósopon quiere decir “cara”, “rostro”, e incluso se dice de la faz de Helios, el Sol. En Platón, también significa “rostro”. Aristóteles habla largamente del “prósopon” (cara) y sus partes (nariz, orejas, etc.); también se refiere con el mismo término a la cara de la luna; y en algún lugar advierte -al margen del uso común de la palabra- que “prósopon” se debe decir sólo del hombre; el pez o el buey no tienen “prosopón” (rostro), sino lo que nosotros podríamos denominar, por ejemplo, “jeta”. El “rostro” refleja un ser superior al del que sólo tiene “jeta”. Entre nosotros suele decirse que “el rostro es el espejo del alma”.
Pues bien, aunque los orígenes de la palabra “persona” no se refieren a lo que hoy entendemos por tal, es cierto que siempre ha sugerido alguna realidad por alguna razón excelente o superior. En latín, la voz “personare” indica un sonido que posee la fuerza necesaria para sobresalir. No es de maravillar que la palabra “persona” acabe por significar de modo eficaz lo más sobresaliente que hay en el universo: el ser inteligente, con entendimiento racional.

De otra parte, la palabra “dignidad” significa también, fundamental y primariamente, “preeminencia”, “excelencia” (excellere, destacar). Digno es aquello por lo que algo destaca entre otros seres, en razón del valor que le es propio. De aquí que, en rigor, hablar de “dignidad de la persona” resulta un pleonasmo, o se trata quizá de una redundancia intencionada, para resaltar o subrayar la altura del rango que ocupa este tipo de seres en el orden del universo. “Digno” es aquello que debe ser tratado con “respeto”, es decir, “con miramiento” (respectus), con veneración.

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